por
Bertha
Bilbao Richter
Original y promisoria
la convocatoria de Graciela Licciardi para el segundo libro
de su naciente editorial y entusiasta y confiada la participación
de los escritores provincianos en esta Reunión de
voces poéticas; algunos ya conocidos y debidamente
valorados en sus provincias natales como fuera de ellas,
entre los que cabe mencionar a Susana Quiroga, Cecilia
Glanzmann, María Belén Alemán, Lucía
Carmona, Leonidas Escudero, Lydia Alfonso, la gran muchacha
Buenos Aires y sus cartas de amor en poemas” y a
José Gallardo +, que nos ha dejado una valiosa obra
inédita. Otros, tienen aquí la oportunidad
de hacerse conocer más allá del círculo
de amigos o de su ámbito territorial, como Jorge
Ernesto Rodríguez, Lourdes Angélica Zalazar,
Delfina Pariente y María del Rosario Gómez
de Balbuena. No obstante, todas las voces constituyen la
mediación de una idea y expresan individualidades
que se distinguen por su tono, su coloratura, el vibrato,
sus registros y, del mismo modo, por la cosmovisión
de sus portadores. De ahí que en este libro subtitulado
Maravillas de nuestro país, podamos distinguir esos
rasgos del interior que nos ayudarán a configurar
el rostro de nuestra nación, afectada no sólo
por su dilatada extensión, en el decir de Sarmiento,
sino también por su incomunicación y el desconocimiento
recíproco de los hijos de la Madre Patria y sus
expresiones culturales.
De ahí también la heterogeneidad
de temas: desde la amplia visión
continental en un poema de Delfina Pariente hasta la especificidad de un determinado árbol
que se mira en un río que ha hecho propio la pluma de Jorge Ernesto Rodríguez,
pasando por la pintura de un pueblo – Federación- por Martha Dora
Arias, hasta “La casa de la esquina”, de Elva Rosa Arredondo. Desde
el homenaje al padre ausente en una sentida página de Elena Garzón,
o María del Rosario Gómez de Balbuena también en el canto
a su padre que le sacude añoranzas, y su excelente homenaje a Miguel Hernández,
o a la hermana poeta en el In Memoriam escrito por Lucía Carmona, hasta
las preocupaciones por el desequilibrio socioeconómico del mundo en Olga
Ferrari y Roberto Glorioso o hasta la subjetivación del fin de siglo que
se proyecta en los inicios del reciente, con su fragmentarismo, la aceleración
del tiempo, la cibernética, la digitalización de lo cotidiano y
la duplicación, en María Belén Alemán o acerca de
la vergüenza del mundo que golpea al corazón y duele en Piero De
Vicari. Desde la recuperación del clima de nido en la cocina hogareña
en un poema de José Gallardo hasta el balance de la propia vida en Elva
Rosa Arredondo, pasando por la autoconciencia de un temple de ánimo generador
de la poesía: la soledad, en Susana Quiroga, la nostalgia de la infancia
y del corazón sin lastimaduras en Lourdes Angélica Zalazar; las
remembranzas en la glicina de su madre, selvática y tranquila de Martha
Dora Arias; la mujer soltera que hasta ella se aleja de sí misma en Horacio
Laitano; el ansia de plenitud en Ricardo Trombino o la sed de infinitud en Cecilia
Glanzmann. No está ausente Dios en su manifestación teofánica,
en Elena Garzón, el desvanecimiento de la esencia de la vida, metaforizado
como la pérdida del perfume de las flores, en Horacio Laitano; la vida
como travesía en una página de Lourdes Angélica Zalazar
y en “La pasajera del viento”, de Elva Rosa Arredondo, como así también
en una página de María Montserrat Beltrán; el amor como
el más íntimo y paradojal sentimiento en Lydia Alfonso y en Jorge
Ernesto Rodríguez.
También hay páginas que nos llevan a pensar en la génesis
del poema y del canto como ruptura del silencio o la imposibilidad de comunicar
la belleza en la muestra que nos ofrece Héctor Aníbal Aguirre;
la escritura como un horror que juega con el error o como conjura para neutralizar
el poder de la muerte, en Piero De Vicari, o el hallazgo del poema, siempre esquivo,
en Olga Ferrari o el personaje aquel que tomó la opción de “matarse
de poesía” en Ricardo Trombino o en “Alfonsina” en que
Delfina Pariente habla de ella como creyente en el dolor y el amor como única
verdad.
No están ausentes los ideolectos que nos
permiten atisbar matices dialectales, sociolectos o cronolectos. Al respecto,
Jorge Leonidas Escudero nos entrega “una
yeguada de palabras” en su recuperación de la lengua coloquial campesina
y Héctor Aníbal Aguirre da cuenta de su capacidad de manejar registros
diferentes en formas cultas y de la tradición popular, mientras José Gallardo,
con esa transparencia que caracteriza su poesía, reinterpreta obras que
concitaron su atención, como El regreso del Joven Príncipe, de
Alejandro Roemmers o la obra poética de la peruana Estrella Arroyo de
Guedes. La sensualidad que denota María Montserrat Bertrán en su
piel sobre piel y boca en la boca, así como Roberto Glorioso en ese paraíso
que se dibuja donde bocas se disparan por mordiscos.
Es inocultable la pretensión de la editora de abrir nuevos caminos a la
creatividad y de ofrecer a los lectores, a través de este libro, un instrumento
de acercamiento, de concordia, de comprensión y de solidaridad y por otra
parte, exhortarlos para que, en actitud de escuchas, disfruten, reflexionen y
participen de esta reunión de poetas, genuinos buscadores del sentido
de la vida y de la realidad en que se insertan; sus voces dialogarán entre
sí y con nosotros, sus destinatarios, para fortalecer nuestra cultura,
siempre ligada a los conceptos de identidad y soberanía.
Bertha Bilbao Richter.
Buenos Aires, Enero de 2012.
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