por Graciela Licciardi
Nota de la Editora
El libro de Nabor Alvaro Córdoba tiene un lenguaje escritural
cuyo contenido causa un efecto enternecedor.
Hay en él una serie de hallazgos literarios. La presencia de la
naturaleza en las aguas, los árboles, el viento, las estrellas, los pájaros,
el cielo, los ríos, la arena, la flor y muchos otros elementos,
producirán en el lector el goce por lo estético.
Una profunda sensualidad envuelve estos poemas en los que
el autor, delicadamente, describe el cuerpo frutal de la amada, las
sensaciones que poéticamente ella le despierta, manos que tocan la
belleza, ojos como mares, una boca joven que sonríe, largos cabellos,
la curva de su cintura, el silencio de sus pechos.
De manera tal podríamos afirmar que la atmósfera que impera
en Las estaciones del joven amor es de una minuciosa entrega a la
contemplación de aquellos juveniles sentimientos, expresados entre
los años 1954 y 1960.
Los Madrigales y poemas breves nos ofrecen, como dice el poeta
“sueños en el aire”, “como palomas sin alas y perdidas”.
En la última parte titulada: Entre el amor y el Adiós, Nabor nos
lleva por otros caminos, el de la llegada, o, como dice el autor, “el
mundo desconocido de una existencia caída entre las líneas de mis
manos”, “matando pequeños espacios de la noche”, y aquí el poeta
parece despedirse de su amada, ya no sabe quién es él, “nada tengo
para darte” dice, ya la pasión no es un sueño, se asoma un amor
perdido…que, tal vez, luego se recupere.
En resumen Nabor Alvaro Córdoba ha escrito en este libro todas
las Estaciones; en ellas hay frío, calor, momentos templados
y otros no tanto. Recomiendo la lectura de estos poemas que, sin
duda, deleitarán los corazones.
Graciela Licciardi
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