Autores: Graciela Mosquera – Carlos Alberto Carbone
Nota de la Editora
Graciela Mosquera y Carlos Carbone han unido su poética en un mismo libro. Ellos dan cuenta de las particularidades de cada ser y en los mismos se sumergen conformando un corpus amoroso que trasunta soles. Una escritura que no requiere de análisis sintácticos o de criterios literarios, sino un libro para gozar, por su ternura, su constante entusiasmo por vivir y disfrutar del encuentro de dos seres vivaces que se han encontrado y se conforman en uno solo.
Hombre de tierra con que titula Graciela su ramillete de poemas, es el ser que la habita, es una tierra de paz, es el que la puebla con sus manos, la médula de ese amor, que la hace suya, con estrellas en la boca, ese hombre que encontró una madrugada, y la colmó de ternura donde dentro de ella, ahora descansa.
Bellas imágenes se suscitan en estos versos conjugados con la pasión, el asombro y la palabra linda, dentro de ese amor hecho una casa, como manifiesta la autora, que nos deja perplejos como cuando estamos ante la contemplación de un hermoso paisaje.
Me sucediste vos, dice Graciela, abrí todos los pliegues/ por tu pecho de cuna, continúa, y se suceden los besos: uno colgado en una esquina o colmado del placer de la boca de ese hombre de tierra…un beso que fertiliza, un beso que sólo dice TE AMO.
La naturaleza está presente en la poética de Graciela que trae el mar, las montañas, los ríos, la tierra misma que ha construido junto a ese hombre que la vida los contiene. De aquel desierto que transitaba llega transformada en la memoria de su cuerpo que sacia su sed y la desnuda en los ojos. La casa es una danza, leemos en un verso y sí, podemos afirmar que este es el baile de los que aman, que se han aunado en un mismo sentir, donde bandadas de pájaros representan la poesía que se expande bestial en la letra de Graciela, que se renueva y transmuta por veredas transparentes para descansar bajo la sombra de árbol de su amado.
Graciela es esa mujer que habita su cascada de piel y se desliza en el amor de ese hombre de tierra, donde cobijada junto a él ve la lluvia del afuera y se resguardece.
Mujer de mar es esa mujer de espuma y misterio que Carlos Carbone recrea en sus poemas y a la que enaltece como lo que es para él, esa mujer de palabras y sueños, ese mar de agua feroz que le alivia las penas. La ternura hacia su amada se manifiesta a través de versos entrañables como el que dice: traigo, ojitos dulces,…traigo ilusiones nuevas en mi ojal…traigo de mi barrio rayos de sol. Carlos le cantará o escribirá su poesía constante a esa mujer que siempre está alerta frente a él, al lado de él, en él…esa mujer que agita palomas, que dice palabras para que la canción empiece. Las pequeñas y válidas costumbres cotidianas encuentran relevancia en la poética de Carlos que describe con minuciosidad y a la vez encantamiento, los momentos más sublimes del encuentro amoroso con esa mujer en la que ve un poema al hacerle el amor en el aire o mientras el hombre duerme y ella le cuenta los lunares o en la mesa donde está el pan y junto a él el placer está servido o el reloj de la casa que pierde la memoria.
Al igual que los poemas de Graciela en los de Carlos se refleja esa reciprocidad del enamorado donde describe el simple gesto de manifestar… pasaría todo el domingo mirando tu cara, …toda la mañana acariciando tu historia, … todo el día en la fiesta de tu sonrisa….
Todo el libro respira amor, ….el aire de la alegría, dice el autor, …la risa de su amada, para el poeta, es advertida como el juego de las ola del mar. Todo es una fiesta para el hombre de tierra que ha cruzado el desierto y ha tenido una noche cruel porque luego ha encontrado en ella los brazos abiertos y el corazón a puro dar, a punto de expresar ese magnífico y condensado verso: Justifica nacer mirarla un rato.
Estamos ante la presencia de un libro cuya temática es el amor en estado puro, ante poemas que no caen en el lugar común de las palabras rosas o lisonjeras porque sí, sino que, al leerlos, podremos advertir que están impregnados de versos que han surgido de las fibras más profundas del ser que los habita, en eterna correspondencia y amorosa unción, donde Graciela y Carlos han puesto lo mejor de sí en esta verdadera manifestación poética y contemporánea que nos llena de esperanza por el hecho de saber que todavía se puede escribir del amor de una manera distinta y sincera.
Graciela Licciardi