Reflexiones sobre David Sorville y su obra.

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REFLEXIONES DE ESTÉTICA SOBRE EL LIBRO
“ LOS LUGARES COMUNES Y OTROS RELATOS”
DE DAVID ANTONIO SORBILLE, POR MARÍA PAULA MONES RUIZ

      La narrativa de David Sorbille, en Los lugares comunes y otros relatos, ha puesto en marcha una serie de reflexiones con sus correspondientes ecos de sensibilidad. Me refiero a las sensaciones que en la escritura y en el arte de expresarla, nos tocan el centro y provocan lo que el arte en sí tiene como objetivo: una reacción emocional en el receptor, aunque esa reacción no provoque un placer, frente a la fidelidad con que la realidad es plasmada, según las limitaciones o cánones del percibir humano en la estética de la recepción. David Sorbille en sus relatos, nos acerca, nos llama, nos convoca, nos cuenta, con efectista pluralidad de voces, a lo bello, lo malo y lo feo, lo sublime, lo trágico. Son estas palabras categorías de la sensibilidad que en nuestra condición de seres humanos no podemos despegar de nuestra vida itinerante. Conociendo la vena poética de David, afirmo que a la hora de relatar la verdad, la verdad nuestra de cada día, que nace, crece, se reproduce y duele y sigue doliendo, nada fácil le resulta correrse del lirismo para nombrar la realidad cruda y vivirla en la escritura. Pero sí le es necesario porque David escribe con verdadero compromiso. Porque la prosa describe las acciones, devela los hechos, porque David obra con la palabra. Este obrar con la palabra es en sus relatos, como una fotografía (diría Julio Cortázar para diferenciarlos de la novela llevada al cine con sus largas secuencias de imágenes). Nosotros sentimos el impacto, la memoria como un flash, en un marco preciso y acotado. Tiempo y lugar tomados por el ojo de la conciencia. Sentimos el dolor, el placer, el horror, lo sublime, porque es así como comprobamos la verdadera definición de estética, porque estética significa «sensibilidad» (desde la voz griega) y la sensibilidad no solamente mira, ve, percibe la piel del idealismo y la belleza porque es el ser humano quien padece o goza de las emociones, y se independiza del objeto. Porque hay sublimidad en lo trágico y lo bello, porque hay belleza en la catarsis del horror, y la belleza en la melancolía de un destino frustrado o cruel, como así también en la evocación de un tiempo feliz. Para redondear estas reflexiones, vienen a mi memoria frases de importancia capital en este sintetizar la idea estética en el libro de David Sorbille:

«El arte no es la representación de una cosa bella, sino la bella representación de una cosa» Emmanuel Kant

«El artista no vive como crea sino crea como vive» Jean Lescure

Porque esa conciencia del acontecer, en sus distintas manifestaciones de sensibilidad al momento de expresarlas, son recreadas por David, tal cual son vividas por él y a revés de él, muchos receptores nos sumamos a la luz de tantas verdades y la impresión de sus tonos en cada espíritu sensible. David procede como un periodista, y dentro de este compendio de realidades y sensaciones de vida, es de resaltar su vocación de informar, diría casi a modo borgiano, estimular en el receptor la necesidad y la conciencia de investigar, nutrirse, bucear el conocimiento cuando el lector encuentra ciertas lagunas de biblioteca y claras cegueras y fugas de realidad que lo circunda. Para finalizar, estas sencillas, humildes, pero elementales reflexiones, queda, querido David, un sentimiento de gratitud por calzar en tus ojos, el zapato que pisa rumbeando hacia la conciencia del compromiso y misión de vida, la conjugación de Tu verbo con todos sus pronombres, desde Los lugares comunes y otros relatos, un libro que nos toca y nos solfea, cuerpo y alma. (SADE, 09-12-2010)

NORMA PÉREZ MARTÍN

     Querido David, Sin duda, advierto en tu libro “Los lugares comunes y otros relatos” un positivo progreso en tu escritura. Comenzando por el Prólogo, excelente análisis que Susana Fernández Sachaos ha elaborado, destacando esenciales elementos que dan vida y valor a tus relatos. Los elementos históricos y barriales que se suceden a lo largo de tus páginas los has planteado a partir de estructuras discursivas contundentes y exactas. Has manejado muy bien intertextualidades. El caso de “La noche boca abajo” (cortazariano) pleno de originalidad, donde la reiteración de la frase “toco tu boca” constituye un eje simbólico muy acertado. Se trata de un cuento muy logrado. En general, advierto en cada uno de estos relatos el manejo perfecto del suspenso, de finales imprevistos pero verosímiles. Has dosificado muy bien los adjetivos. Aquí subrayo tu ponderable construcción literaria pues has sabido tejer lo poético confluyendo con los mensajes contundentes y las reflexiones valientes frente a sucesos trágicos de Argentina y del mundo contemporáneo. Imágenes y paralelismos plasmados con energía, sin caer en lugares comunes, brindan al lector espacios, personajes (ficcionales unos, reales otros) sucesos de amarga memoria que siguen doliéndonos. Espacio y tiempo, marcan siempre un entramado entrañable, doliente y en no pocas ocasiones, ofrecidos mediante pinceladas focalizadas con riguroso cuidado, marcando núcleos simbólicos fundamentales. Ese “campo de los sueños” referido a Beto, creo que afirma un eje semántico que diseña las páginas de este libro. Fácil es descubrir en algunos de estos cuentos filtraciones autobiográficas, si bien tu: “yo” se brinda con recato. Lo implícito supera la confesión explícita: ¿me equivoco?. “Un cuadro de Murillo” es una brillante pintura literaria, ya que has logrado ilustrar la miseria de la niñez sufriente de ayer y de hoy. Sin duda, trayectorias trágicas, reales e inolvidables se suceden y llaman a la participación comprometida del lector. Ojalá las soluciones que anhelamos, ante tantos problemas irresueltos, no demoren ni traicionen nuestras esperanzas. El cuento final, que lleva el título del libro, resulta un recorrido de “lugares comunes” que conjuga personajes y espacios evocados con ternura, belleza y vibrantes resonancias. Mucho queda por decir acerca de este libro, pero no quiero abusar de tu paciencia con mis modestos comentarios. No quiero callar mis felicitaciones, David, pues advierto que has evolucionado positivamente a lo largo de tu rica producción. Este nuevo libro, no lo dudo, abre las puertas a felices días futuros para tu vida personal y tu quehacer literario en ascenso. Un fraternal abrazo. (14-03-11)

PRESENTACIÓN DEL LIBRO “LOS LUGARES COMUNES Y OTROS RELATOS” DE DAVID ANTONIO SORBILLE POR GRACIELA LICCIARDI EN LA REUNIÓN DEL GRUPO ALEGRIA EN EL INSTITUTO ANTROPOLÓGICO Y DEL PENSAMIENTO LATINOAMERICANO EL 19 DE MAYO DE 2011

El libro que hoy presentamos: “Los lugares comunes y otros relatos” de David Sorbille, del cual ha escrito el prólogo Susana Fernández Sachaos y han opinado Graciela Bucci, Maria Paula Mones Ruiz y Roxana Palacios, entre otros, es un libro cuya principal cualidad es la de mantenernos en vilo desde el comienzo y donde hay mucha investigación detrás. Ya desde el primer relato “El día menos pensado” nos instala en el clima de una realidad reinante de corrupción, incertidumbre, atropello a los derechos humanos, en los que no solo nombra a desaparecidos, como Santoro, Walsh, Mario Bonino, José Luis Cabezas, sino que ese pasado lo trae al presente en cuya elaboración todo se potencia en forma alarmante. David Sorbille rinde homenaje al hombre común, al periodista, al investigador, al escritor, al Dante, al Che, a Arlt, a Di Benedetto, Cortázar, Discépolo, Macedonio, a las esculturas, a los parques, a los perros fieles amigos del hombre y a muchísimos sitios de Buenos Aires y del mundo. Esta realidad ficcionalizada nos sumerge en un sentimiento de impotencia, de asombro escabroso ante tanta impunidad; nos describe algunos tormentos por los que han tenido que pasar muchos ciudadanos argentinos, de Bosnia y de otras etnias. Nos escribe de cómo ante la impunidad por parte de la ley hacia la delincuencia algunos se han visto acorralados y enajenados que han tenido que hacer justicia por su propia mano, como dice el titulo del relato “La vida no vale nada”. También el arte aparece en uno de los relatos, en una suerte de comparación donde utiliza la descripción de la vida de dos personas en las que el doble juego de identificación con sus acciones y en su simbología, denotan también el suicidio del arte bastardeado por la sociedad. “El lugar común de la muerte no nos pertenece” dice el autor y manifiesta abiertamente que “en tanto podamos expresar lo que llevamos dentro, al menos no estamos solos”; importante reflexión que nos habla de las desinteligencias en la batalla cultural que se libra día a día. David Sorbille no repara en nombrar las villas de emergencias, un centro católico, un secretario del Arzobispado, un funcionario del Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto, a curas tercermundistas y los terribles sucesos en los tiempos del mundial del ’78 con la represión, las torturas y el terror en los ojos que conservaban posteriormente los que habían logrado sobrevivir, como en un estilo casi naif para contar las cosas más horribles al modo de Tabucci en “Sostiene Pereyra”, en este caso Carmelo. Pero más sorprendente aún es cuando David cambia totalmente el tono del libro y entra, a mi modo de ver, en una suerte de respiro, virando hacia lo sensual, seudo romántico, poético, donde “La noche boca abajo” nos cuenta una historia muy fuerte, que no voy a mencionar para que aquellos que se interesen en adquirir el libro lo puedan apreciar. Luego, vendrán relatos crueles pero no por ello rehuimos a seguir leyendo: una madre que abandona a su hijo, enfermos terminales, el resentimiento hacia quien… ¿no nos sucede a nosotros: hacia el padre, hacia la madre, hacia la vida?. Los relatos cortos de tan diversa índole nos llevan de una sensación a otra, nos sorprenden, nos conmueven, nos hace estremecer esa cruenta realidad con que son presentados por el autor; muchas de las veces aparece, sin embargo, una esperanza, un pensar en positivo, a través de la denuncia, a través del conocimiento histórico de cada acontecer. El libro es crudo, realista, inmerso en hechos y verdades de la existencia encadenadas con la ficción que no cesa en recurrir a artilugios narrativos que nos suceden por la buena escritura. La coloquialidad, los toques de humor e ironía son también una cualidad preponderante en los relatos que rescatan las formas y los sucesos de la vida que constituyen las costumbres, el futbol, las relaciones humanas y los diferentes homenajes antes mencionados. “El azar es parte del destino”, nos escribe el autor y nos vuelve a conmover en un relato de una “ultima carta” donde en pocas palabras el ser logra su entrega. El autor no olvida a nadie: la pobreza de los niños y su falta de sonrisa, la descripción del horror cuando dice: “El horror tan temido esta presente en el infierno de los dos mil cuerpos exhumados, en el infierno de pensar en los escuadrones de la muerte, en la despreciable casta humana capaz de justificar lo horrendo en cualquier parte del mundo”, y como corolario quisiera manifestar que como dice el autor: “la nostalgia es el valle fértil de la memoria” y David Sorbille no ha olvidado los lugares comunes que todavía nos aúnan para tratar de cambiar aunque sea desde nuestro lugar, el mundo que nos circunda.

SEBASTIÁN JORGI

Leí tu libro “Los lugares comunes y otros relatos”: grata sorpresa. Los cuadros sociales de nuestro país, con sus miserias y asesinatos de cada día, las ambientaciones y los clímax logrados, muestran a un lector culto, por un lado y a un narrador que sabe tensionar. Realmente, te felicito, ya que el cuento es un género que tiene sus bemoles. Los cierres, con golpes certeros—inesperados o no, esto es cuestión del lector más o menos avisado—dan muestras de pericia en la urdimbre de las tramas realistas y las subtramas fictivas. Los personajes, Andino,–pegado al recuerdo de José Luis Cabezas, Mario Bonino y el querido Miguel Ángel Bustos–, Jorge, Darío, Beto (que sueña con ser el cabezón Sívori), las alusiones al Che, Haroldo, a lo que se suman los homenajes a Saer, Jitrik, Lovecraft, son aderezos de vida. Los barrios de Buenos Aires, San Telmo, Monserrat, Monte Castro, Villa del Parque, Villa Devoto, River, o más lejos, Ciudadela, Fuerte Apache, sirven de geografía a esas noticias “policiales”, a Crónica TV, que enmarca historias colectivas—con tus personajes, claro– en los límites del horror, del crimen y la hipocresía. Composición de lugar, Mañana será otro día, La noche boca abajo, (con la gradación acertada Toco, al comienzo de cada párrafo) y El día menos pensado, son piezas que me entusiasmaron. (8-05-11)


RICARDO LUIS PLAUL

       Estimado David: estuve leyendo tu libro (Un puente de voces) de generosa belleza, creatividad y afecto y sólo gracias parece poco. Un abrazo.

Puentes de afecto construyen las musas
que trascienden el tiempo y la distancia
son un abrazo musical que orienta el camino
que embellece la vida, del que escribe y lee,
del que vive y ama, llora y se apasiona

asomando su alma por la ventana
del verso que ofrecen las manos abiertas
sobre los cotidianos cielos de la vida.