por Graciela Bucci
En esta primera obra de la joven escritora Carla Dimasi, nos encontramos, ya desde la alusión del título, nada caprichoso por cierto, cosa que develarán quienes penetren en el texto narrativo, con una historia en la que se han tenido muy en cuenta los principales parámetros de la estructuración novelística.
Se trata, desde el decir del teórico Bajtín, de una novela polifónica, en la cual existe armonía, diálogo ágil, comunicador, con ajustado criterio témporo-espacial; y un minucioso ejercicio descriptivo tanto de los escenarios como de los personajes que por él transitan.
Los lectores se sentirán sumergidos, desde las primeras páginas, en el mundo controvertido de la narradora-protagonista (Elizabeth), que va entramando delicados buceos interiores a través de atrayentes diálogos que mantiene con quien será su novio –otro personaje de especial
relevancia en el texto-, y todos aquellos que van sumándose al entorno de su mundo personal; al principio reducido y oscuro, pero siempre abierto a las expectativas de un futuro esperanzador.
Elizabeth y Adrián –personajes principales- enamorados, ambos sobrellevando sus propios dramas ante la pérdida de seres queridos y una vida que por momentos se les antoja sin sentido, aun al punto de llegar al tratamiento casi lúdico de la idea de la muerte, se van reconociendo, y reafirmando en la dualidad felicidad-agonía con la que conviven en un paralelismo que no presenta fisuras.
La autora nos envuelve con sus recursos en una realidad que por momentos distiende del discurso existencial, logra credibilidad narrativa en la duda misma que a veces se plantean los personajes –finalmente, nada hay más real que la duda-
Los diálogos son breves, al estilo de un ping-pong interesante, son inteligentes, cáusticos, profundos y necesarios para ubicarnos como lectores en el perfilado psicológico de los personajes.
Es un trabajo que bien podría enmarcarse dentro del realismo psicológico o del “hombre interior”, magnífico aporte al Siglo XIX del au10 11
tor ruso Fiédor Dostoyevsky, quien tanto profundizó en la conciencia
de los personajes.
Carla Dimasi es verosímil en su decir, maneja con acierto la temporalidad lineal, las traslaciones e interpolaciones en las historias interconectadas.
Son los suyos personajes reales que se plantean el presente con la conciencia de un pasado tormentoso pero no excluyente.
Elizabeth tiene una marcada carga enigmática que se agudiza en el metamensaje estratégicamente ubicado en el desarrollo de la trama, el que transmite desde su decir dialógico; es por momentos desafiante, provocadora, nunca carente de ternura lo cual llevará a conmocionar al lector que por momentos se sentirá comprometido con ese universo que transita por tan variados climas como el dolor, el rencor, la soledad, la mentira, la esperanza, la salvación a través del amor.
Queda revelado en el libro la inclinación de la escritora hacia las diversas formas del arte: la música, el cine, la pintura- con la mención de Wassily Kandinsky, precursor de la abstracción lírica en la pintura, maneja el intertexto con cuentos de Borges, evoca a Lorca; todo lo que nos lleva a pensar que estamos ante un espíritu particularmente sensible a la belleza.
Nosotros, lectores-intérpretes de “Un impasse”, descubriremos en la novela la pulcritud de una historia esperanzadora, matizada con prosa poética, que se revela en forma plena con estas palabras que pone Carla en boca de su personaje principal: “…perder todo, es comenzar de nuevo…”; el hecho de estar vivos da sentido a la vida ya que siempre existe un propósito para seguir adelante, para renacer.
Hay resurgimiento, y hay fe, esto queda revelado, también, a través de un final alejado de lo previsible, otros de los méritos narrativos de Dimasi. “Un Impasse” es un texto que asombrará a los lectores tentados una y otra vez a comprometerse con una historia sensible y atrapante.
volver
al libro
|